Bueno, pues como los admin me han ignorado olímpicamente y el foro campechano sigue "de cabeza", resumiré (sin albur) la resaña para no dejarla en dos partes y que luego se confundan los lectores, empezando por el final. Bien, pues como hay aviso de "norte" para este domingo, platiqué con mis camaradas Quillo y don Manteca, a cerca de las posibilidad de cambiar la salida de domingo para el sábado.
Ellos, todos contrariados dijeron que sí...
Y pues ahí está que nos lanzamos a buscar trompudos (y lo que se asome) a las playas.
Ya desde el viernes nos habíamos dado una vuelta por el área de
Playa Norte, para observar ahí el mar y ver que tal estaba el agua, lo que fue bien recibido al comprobar que estaba tranquila y lo suficientemente limpia para pensar en tener un buen sábado de pes_ca.
Nos enfilamos pues a las siete de la mañana con un clima apacible, sin viento y en espera de encontrar bien el pesquero antes de que llegara el anunciado "norte".
Decidimos irnos primeramente al
kilómetro 30, donde hemos obtenido buenas curvinas y un compañero de pesca del buen Panchito logró un robalo de más de tres kilos la semana pasada.
Llegando al sitio vimos que había un poco de olas, aunque no muy grandes, y el agua se encontraba un poco turbia pero nada comparado con la semana anterior, que literalmente parecía "café con leche".
Estuvimos por cerca de una hora en la zona y, aunque parecía prometedor, solo puedo reseñar un buen ataque cerca de una piedras sumergidas que acabó con el
leader reventado y la perdida de la captura y el señuelo. ¿Que fue? No lo sabemos. Quizás un buen pargo.
Poco después de eso decidimos irnos de regreso al entrañable
kilómetro 24, que sospechamos que podría aguardarnos alguna sorpresa y del que teníamos la esperanza de que tuviera aguas limpias.
Llegando al 24, constatamos que las aguas estaban más limpias que la semana pasada, aunque aun se observaba un poco revuelta y con algo de olas. Sin embargo, estaba mucho mejor que a útima vez, así que los ánimos estaba bien puestos.
Aunque la primera media hora no hubo nada destacable, no nos desanimamos y decidimos Quillo y su servidor ir a explorar un punto que nos ha dado buenas capturas de robalos, así que tomamos nuestras cañas y señuelos y nos dirigimos para allá.
En el camino peinamos varios puntos esperando encontrar incluso alguna buena curvina pero, aunque las condiciones del agua mejoraban a cada rato, no encontramos a las buscadas curvinas.
Llegando al sitio, empezamos a lanzar y cada uno se desplazó por un corto tramos de playa sin mucha novedad hasta que oí gritar a Quillo e inmediatamente volteé a verlo y observé como su caña estaba arqueada y me gritaba que algo se le había prendido. Me acerqué y pude ver que se trataba de un buen robalo de,calculo, un kilo y medio o más, que prácticamente ya tenía fuera del agua.
Lamentablemente en un instante arremetió hacía el fondo a través de una ola y logró liberarse.
¡Chín!Ni modo. Así es esto.
Pero, aunque fracasada la captura, me emocioné por el constatar que ya había nuevamente robalos en el 24 y que estaban seguramente ahí, justo donde nos encontrábamos buscándolos.
Bueno, pues ahí va mi goma al agua (una plastix en color blanco con cola roja que, dicho sea de paso, me ha resultado efectivísima aunque tiene la desventaja de ser muy frágil y romperse al poco de que se de un ataque o no se coloque con cuidado el anzuelo.
)
Unos minutos después, cerca de la orilla, siento el clásico
"atorón" en la línea e inmediatamente la carrera.
Tomo firme la caña, dejo que saque una vuelas de línea, bajo la punta y empiezo a recobrar. Batalla emocionante y por fin pude verlo cerca de la orilla y aprovechar una ola para sacarlo a tierra firma. Un bonito robalo.
Después de esa emocionante captura que me trajo de regreso a la pesca de robalo en la playa, no se volvió a aparecer ni uno más. Decidimos pues, regresar al campamento que ponemos siempre, a desayunar algo y tomar fuerza para seguir buscando. El día aun era joven.
Después del
"break" estuve pasando revista a varios puntos sin nada que destacar. Don José y Quillo se dedicaron a tirar con car_nada, con cierto éxito pero nada destacable. Unos parguitos de poca talla y nada más.
Yo decidí seguirle intentando a la búsqueda robalera y me posicioné justo frente al campamento. Empecé ahora casteando con una vara de 8 pies, con el
Calcutta y otra goma plastix, pero ahora en un atractivo color
silver dollar que es transparente con brillos,excelente para el agua clara que ya había desplazado a la turbiedad de temprano.
Y bueno, ahí tienen que, lanzando sobre un área de rocas sumergidas, de las que siempre tengo "fé" en que son paso obligado de los trompudos en busca de sardinas, voy sintiendo tremendo tirón a la línea. Inmediatamente levanté la punta para clavar y sentí como se aflojó.
"¡Chín!", pensé.
"ya se me soltó el bicho", continué. Pero que va resultando que no pues, mientras recuperaba y me lamentaba, la línea se volvió a tensar en inmediatamente el bicho saco vueltas de línea.
Le grité al Quillo, que para entonces estaba detrás de mi bajo la sombra de las sombrilla que llevamos siempre,
"¡Ya clave otro y también está de buen tamaño!".
El Quillo, medio incrédulo se acerco para verificar que, efectivamente, se trataba de otro robalo que, con trabajo pero con mucha emoción, logre orillar y sacar a tierra.
De volada (y como ahora si me encontraba cerca) me lancé por mi cámara y le tomé una foto no'más salió del agua.
Lo único malo que puedo reseñar de esta foto (y fotografía), es que por andar a las carreras para ir por la cámara, dejé cerca del alcance de la ola la caña con el carrete y al regresar comprobé que había sufrido un remojón con arena dentro del carrete incluída.
Ahora tengo que desarmarlo completo, limpiarlo y volverlo a engrasar. Hoy solo lo sumergí en agua dulce y está desarmado para mañana darle reparación.
La goma matona había cumplido su misión. Pero, como comenté, el precio a pagar por su efectividad es que es muy fácil que se rompa, por lo que después de la captura tuvo que sustituirse. Y despues otra y otra. Así que terminé por acabarme la bolsa de ocho gomas en un solo día. Afortunadamente está el cautín, que hará su chamba.
Después de este último robalo, ya me daba más que por bien servido y muy contento con mis vuelta al ruedo de los robalos playeros.
Sin embargo, vi a Quillo hacerme señas desde la distancia e inmediatamente corrí a ver que pasaba.
Al llegar a donde estaba, me comentó que había una "comedero" a escasos metros de la orilla, frente a donde estábamos y que, al parecer, se trataba de depredadores grandes persiguiendo lisas sobre un fonde de piedra que se observaba claramente por la limpieza del agua. Según Quillo, podrían ser robalos, por la forma del cuerpo que logró ver y por el color plateado que tenían.
Pues ahí va la goma de nuevo al agua, justo por donde logré observar el "rejuego" del agua y las lisas nadar presurosamente.
Pues que va cayendo mi goma, la empiezo a trabajar e inmediatamente siento tremendo tirón que me hizo medio trastabillar sobre la piedra donde me encontraba. Inmediatamente alcé la punta de la caña, que esta vez era un combo ligero con un Abu Revo y línea de 12 lbs.
¿Por que les doy el combo y el libraje? Porque el bicho que se me prendió empezó a jalar con tanta fuerza y sin hacer pausa, que me vació medio carrete en un instante y me obligó a ayudar al freno con el pulgar.
La caña arqueadísima y el bicho saca y saca línea. El freno no lograba cansarlo y yo ayudándolo con el pulgar me desplazaba tras él por la orilla de la playa. De volada la imaginación volando a cerca de si se trataba de
"el robalón de mis sueños" por las sospechas del Quillo, o simplemente de un buen jurel por que, según yo, era el depredador que comunmente le da carrera a los cardumenes de lisa.
Pues ahí tienen que, entre que son pera o manzanas, ya estábamos todos tensos y nerviosos (don José ya se había unido al show
)y esperando con impaciencia que bicho se cansara y dejara que lo pudiera acercar para identificarlo y despejar la duda. Aparte de que el carrete iba y venía entre tener la mitad de línea enrollada y recuperar algunos metros.
Pues ahí tienen que por fin pude cansarlo y poso a poco lo lleve hacía nosotros, procurando sacarlo por donde hubiera menos riesgos de perderlo en alguna huida súbita.
Ya a pocos metros de la orilla, la claridad del agua dejo vernos la identidad de la misterioso captura: un jurel de al menos tres kilos.
Medio decepcionados por que no se trataba del robalón que esperábamos, pero a la vez aun emocionados, al mismo tiempo aliviados por tenerlo ya casi fuera, fue Quilo quien se decidió a meterse de lleno al agua y tomar al bicho por la cola. Había salido la tercera y última captura reseñable del día.
Y ya, eso fue todo. No hubo más.
Cansados pero satisfechos, decidimos ponernos en marcha para regresar a casa tras una larguísima jornada pesquera sabatina de ¡10 horas!
Y, para cerrar con broche de oro la reseña, unas fotos:
¡Saludos a todos!